14 de diciembre de 2024

No te preocupes por lo que SI, sino por lo que NO

Mi mamá tenía muchos problemas. No dormía, se sentía agotada, irritable, gruñona y amargada. Siempre estaba enferma, hasta que un día, de pronto, algo cambió en ella.

La situación seguía igual, pero ella era distinta.
Un día, mi papá le dijo: Amor, llevo tres meses buscando trabajo y no encuentro nada. Voy a salir a tomar unas cervezas con los amigos.

Mi mamá le contestó: Está bien.

Luego, mi hermano le comentó: Mamá, voy mal en todas las materias de la universidad...

Mi mamá le respondió: Está bien, ya te recuperarás. Y si no lo haces, repetirás el semestre, pero tú pagarás la matrícula.

Mi hermana le dijo: Mamá, choqué el coche.

Mi mamá le respondió: Está bien, hija, llévalo al taller, busca cómo pagar la reparación y, mientras lo arreglan, movilízate en autobús o en metro.

Finalmente, su nuera le dijo: Suegra, vengo a pasar unos meses con ustedes.

Mi mamá le contestó: Está bien, acomódate en el sillón de la sala y busca unas cobijas en el clóset.

Todos en casa nos reunimos preocupados al ver esas reacciones. Pensamos que quizás había ido al médico y le habrían recetado unas pastillas de "me vale un cacahuate de 1000 mg". Incluso sospechamos que estaba tomando una sobredosis.
Decidimos hacerle una "intervención" para alejarla de cualquier posible adicción a medicamentos para calmar los berrinches.
Pero nuestra sorpresa fue grande cuando, al reunirnos en torno a ella, mi mamá nos explicó:

"Me tomó mucho tiempo darme cuenta de que cada quien es responsable de su propia vida. Me llevó años entender que mi angustia, mi mortificación, mi depresión, mi coraje, mi insomnio y mi estrés no resolvían los problemas de los demás, sino que solo empeoraban los míos.
Yo no soy responsable de las acciones de los demás, pero sí lo soy de cómo reacciono ante ellas.
Por eso llegué a la conclusión de que mi deber conmigo misma es mantener la calma y permitir que cada quien resuelva lo que le corresponde.
He tomado cursos de yoga, meditación, he ido a terapia psicológica, y en todos encontré un denominador común: finalmente, todos conducen al mismo punto.
Solo puedo influir sobre mí misma. Ustedes tienen los recursos necesarios para resolver sus propias vidas.
Solo les daré mi consejo si me lo piden, y depende de ustedes seguirlo o no.
A partir de ahora, dejo de ser: el receptáculo de sus responsabilidades, el costal de sus culpas, la lavandera de sus remordimientos, la abogada de sus errores, el muro de sus lamentos, la depositaria de sus deberes, o la que resuelve sus problemas como si fuera su llanta de repuesto para cumplir con sus responsabilidades.
De hoy en adelante, los declaro a todos adultos independientes y autosuficientes."

Desde ese día, la familia empezó a funcionar mucho mejor, porque cada uno sabía exactamente lo que le correspondía hacer.

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